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Relatos de Aster Navas

Friday, October 14, 2005

Fábula del arrendajo y la veleta

El resto de pájaros solía preferir los cables del tendido, las antenas, las chimeneas. Sólo el inquieto arrendajo se posaba sobre aquella oxidada veleta.

La veleta era para el arrendajo una atalaya excelente; de la veleta partía y a la veleta volvía una y mil veces.
El arrendajo embellecía el desnudo brazo de la veleta; ésta lo sujetaba orgullosa, como quien muestra un tesoro.

Aquel matrimonio tan bien avenido naufragó una tarde de Noviembre:
No paras en casa –dijo la veleta al pájaro reprochándole tanto trajín.
Pues a ti te dan a veces unas ventoleras… –respondió el pájaro afeándole a la veleta su volubilidad.

Esa misma tarde el arrendajo se apoyó en la parabólica. La veleta, despechada, le dio la espalda aprovechando el inesperado viento del nordeste.

Tras la torre de la iglesia se agazapaba el invierno.

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