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Relatos de Aster Navas

Friday, October 14, 2005

El hombre del tiempo

El tipo, menudo y achaparrado, no tenía la apariencia de mago, adivino ni zahorí. No tenía en los ojos una fuerza especial, movía las manos con una torpeza descorazonadora y hubo que ayudarlo a colocar aquel baúl en medio de la plaza.
No perdió el tiempo en presentaciones y en medio de un silencio clamoroso abrió la tapa del arca y extrajo de ella unas katiuskas y un impermeable.
Se calzó y se vistió con una absurda premura, miró al cielo y abrió un paraguas de fieltro bajo el cielo raso.
Llovió durante dos semanas mansamente; se llenó el pantano y concluyó la pertinaz sequía.

El forastero vivió desde entonces en palacio con su mágico equipaje. Durante años se vistió según las necesidades del reino, asegurando la siega y la vendimia. Durante años tuvimos nieve en Enero y un tibio sol en mayo. Durante años el invierno no fue excesivamente severo ni la canícula demasiado rigurosa. Durante años el crudo viento del nordeste fue una brisa tenue que apenas alteraba a las veletas.

El monarca, tan vanidoso, le pidió un día disfrutar de la playa en Febrero.
Los trigos, majestad, esperan la lluvia para espigar; ya os bronceareis en julio –le repuso convencido.

El hombre del tiempo fue ajusticiado y desde entonces el rey dispuso a su antojo de su vestuario.

Es una pena que a las infantas les haya apetecido esquiar en Mayo: estaban ya tan hermosos los naranjos…

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